El cuadro celeste supera con amplitud al Deportivo en la presencia de gallegos en su plantilla
De izquierda a derecha: Roberto Lago, Jonathan Vila, Andrés Túñez, Toni, Sergio Álvarez, Yoel, Borja Oubiña, Iago Aspas, Dani Abalo, Álex López y Hugo Mallo, los jugadores gallegos que pertenecen a la primera plantilla céltica, posando en A Madroa. // R. Grobas
Derbi en toda su sustancia. Traslación a la cancha de la rivalidad ciudadana. Galicia partida en dos durante 90 minutos. Matices diferentes de azul. Equipos que en cierta medida se conciben por oposición. Y al fin con marchamo propio dentro de la cancha, rompiendo una frontera casi impermeable para los jugadores del país durante dos décadas. El Celta tiene en esto ventaja. Cuenta con once gallegos en el primer equipo más Jota, que alterna entre los mayores y el B. El Deportivo dispone de dos profesionales y cuatro con ficha en el filial. Los celestes son, en general, protagonistas; los blanquiazules, actores secundarios. La pelota decide el próximo domingo el reinado en la Galicia del balón a corto plazo. El club vigués deposita su destino en manos canteranas.
Futbolistas de muy distinta procedencia han escrito la historia del gran clásico. Cuenta más el corazón que el DNI. Mostovoi y Djalminha, por ejemplo, excitaron con sus riñas de lujo a la bancada. Con todo, se añoraba un mayor peso gallego en proyectos y alineaciones. Era al menos el discurso público. Míchel Salgado y Fran fueron las escasas estrellas en la época dorada de sus equipos. Hubo otras apariciones pálidas o de relleno. Galicia brillaba con figuras fichadas a golpe de talonario.
El viraje se relaciona precisamente con el dinero. Con su ausencia. Oubiña, Bouzón, Jonathan Aspas o Isaac se instalaron en el Celta cuando el descenso de la etapa de Horacio Gómez. Una generación que abrió paso a la eclosión actual. Resiste Oubiña como jefe de la tribú. El capitán ha contemplado cómo el porcentaje gallego se disparaba en la plantilla conforme se alargaba el purgatorio actual en Segunda.
El mandato de Carlos Mouriño, por inclinación o necesidad según se entienda, se distingue ahora precisamente como canterano. Aunque hunda sus raíces en la labor de Javier Maté, el anterior coordinador de la cantera, que captó a la mayoría de los que hoy destacan (Toni Otero recupera esa línea tras el paréntesis del Chuti Molina). Eusebio les abrió las puertas del vestuario grande de par en par. Paco Herrera los asienta. Cada uno con sus preferencias: si uno rescató a Túñez del olvido, el otro ha convertido a Álex en su piedra angular.
Aunque cada caso admita un análisis singular, puede hablarse de continuidad en las etapas. Se aprecia en Iago Aspas. Eusebio lo señaló para la gloria el día en que confió a los pies del moañés la salvación del club. Aspas, en aquel partido ante el Alavés, libró al Celta del descanso a Segunda B y la probable desaparición. Hoy parece haber iniciado una etapa de madurez cuya tope no se vislumbra.
El momento encumbra a Aspas en un conjunto donde conviven diferentes generaciones. Tras Oubiña, gente cuajada como Vila o Lago. Hugo cierra la tanda. Entre medias, otros hasta hacer once en total. Difícil hablar de titulares en un equipo tan multiforme como el Celta de Herrera. Todos tienen, no obstante, su importancia. Solo Toni, Sergio o Dani Abalo en los últimos tiempos figuran como reservas claros y aún aspiran a mejorar su cuota. De hecho, la cantera céltica cubre bien las necesidades de la escuadra. Si se le añade a Jota, que está a medio camino, a Herrera le saldría un once competitivo.
El Celta ha ligado su futuro a la cantera. Con ella, y la aportación precisa de los fichajes, ha logrado convertirse otra vez en candidato al ascenso (más que en los tiempos de Ramón Martínez y sus muchos técnicos). Y es la hucha de la que se surte para cumplir las draconianas obligaciones del plan de viabilidad. Joselu y Denis Suárez han proporcionado casi tres millones por sus traspasos, más incentivos según lo que consigan en el futuro. Por Rodrigo cayó otro jugoso pellizco (600.000 euros) gracias a un porcentaje de lo que el Real Madrid le cobró al Benfica. Aspas, Mallo, Roberto Lago o Álex López sonaron con fuerza en el pasado mercado veraniego. El Celta es productor y vendedor. Una combinación que entristece al celtismo. Otra razón para que Balaídos desee el ascenso, que blindaría mejor al club de las apetencias externas.
El Deportivo acaban de entrar en contacto con esa realidad de Segunda que el Celta conoce desde hace cuatro temporadas. El entorno herculino reaccionó con energía ante el descenso. "El Depor ya golea", titulaban en una página de información deportivista cuando el club que preside Lendoiro cruzó la frontera de los 22.000 abonados. En sus cuentas le salen 25.000 por los 13.400 celestes. La asistencia a Riazor duplica la que es frecuente en Balaídos. Cada bando escoge el terreno que le conviene. El Celta, incluso sin Mallo y Túñez por convocatoria internacional, tiene asegurada la goleada en presencia de gallegos.
Oltra no tiene tantos como Herrera y los emplea menos. Álex Bergantiños es el único titular. Quizás alcance a serlo Borja Fernández, que esta semana recibirá el alta médica de su pubalgia. Pablo Álvarez cuenta, si bien divide sus sentimientos entre lo galaico (infancia lucense) y lo asturiano (nació en Oviedo, completó su formación en el Sporting).Hay otros tres con ficha en el filial: Juan Domínguez, que va jugando; Seoane, que algún minuto lleva en la cuenta; Rochela, que está inédito. El derbi de la composición lo gana el Celta.
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