La conexión ‘blanco-blaugrana’ atropella a Chile

Leo Messi mandó al limbo lo que en Argentina catalogaban de «desgracia». Desde el 28 de marzo de 2009, ante Venezuela, su endiablada velocidad, sus increíbles gambetas, su casamiento con el gol había sufrido una fractura con la albiceleste. Dos años y pico después, con demasiados partidos a sus espaldas, y tras ver cómo iban cayendo como moscas primero Maradona y luego Batista, hizo las paces con lo que mejor se le da de la mano de Sabella. Suyo fue uno de los cuatro goles que Argentina le endosó a Chile (4-1) en partido clasificatorio para Brasil 2014 y de sus botas nació también la conexión ‘blanco-blaugrana’ con Higuaín, otro que se salió.
En un marco como el Monumental, con demasiados boquetes en sus gradas y un terreno de juego rozando lo impracticable, el delantero del Real Madrid y el enganche del Barcelona rozaron la perfección e hicieron desgañitarse a los fieles allí presentes. Como si jugaran en el mismo equipo desde siempre, al ‘9’ apenas le faltó tiempo para demostrar que su vuelta a los ruedos va en serio. Volvió a sumar de tres en tres, como en su último partido de blanco, y ya a los siete minutos, con un pase milimetrado (escandalosamente medido) de Di María encarriló un triunfo nada sencillo ante un rival de pedigrí.
De sus botas nacería la asistencia que pondría punto y final a la denominada desgracia. Dieciséis partidos después, el día que estrenaba capitanía en partido oficial, Messi empujó a la red una asistencia del Pipita. Y ya tras el receso, y antes de que Matías Fernández recortara distancias, el madridista resolvería al primer toque otro centro desde el flanco siniestro de Di María. Para culminar la fiesta, el Diez sacó tajada de un error de Bravo para tirar una pared con Higuaín, que otra vez no tuvo compasión. Triunfo necesario para un combinado que mostró su mejor registro, que optó por el contragolpe como arma arrojadiza y que encarrila su billete al próximo Mundial gracias, a su dupla antagonista.