No está siendo un verano plácido en la capital de la Costa del Sol. Ni siquiera la perspectiva inmediatísima de escuchar los acordes del himno de la UEFA Champions League en La Rosaleda ha conseguido distraer la atención y centrar ésta en lo meramente deportivo. Una atención que recae en las últimas semanas, y sin nada que hasta ahora haya conseguido evitarlo, en la intranquilidad generada en el seno de la entidad malacitana como consecuencia de los retrasos en los pagos a empleados, futbolistas y otros clubes o de la cantidad adeudada por Abdullah bin Nasser Al Thani a los anteriores propietarios del club. El pagaré de dieciocho millones de euros por la compra del Málaga CF, el segundo plazo del pago aún pendiente, vence hoy, 27 de julio.
La intranquilidad se ha visto acrecentada por la ausencia de Al
Thani, de quien no se tienen noticias directas desde hace ya varias
semanas. Todo son buenas palabras, pero el peso de las cantidades
adeudadas está muy presente en el día a día del club. Realmente quizá no
deba haber motivos para el nerviosismo. Es muy probable incluso (nos
falta la información necesaria para contrastarlo) que se estén
cumpliendo plazos en cuanto a las cantidades adeudadas. Pero no es menos
cierto que la incertidumbre es total y que el simple hecho de que se
esté empezando a cuestionar la viabilidad económica del macroproyecto
deportivo y social del millonario catarí y de que estén asomando turbios
ramalazos como las denuncias de Villarreal y Osasuna por impagos en las compras de Santi Cazorla y de Nacho Monreal, el inesperado adiós de Fernando Hierro
el pasado mes de mayo o el expediente abierto por la Comisión Económica
de la LFP en fecha reciente, no hacen sino avivar esa incómoda
sensación de que algo no está funcionando como debiera en el ilusionante
club malacitano.
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