En Munich no se hablará de los precios de las entradas durante la temporada. No será noticia durante la semana previa ni nadie se quejará por los precios, ni porque las taquillas no abran un sábado o cierran demasiado pronto. Tampoco habrá porra de espectadores porque todo el mundo acertaría el resultado. No será un impedimento la hora ni el rival, ni tan siquiera el hecho de que el equipo se juegue algo o no. El último partido puede ser un duelo por la Liga o un intrascendente solteros contra casados. Da igual.
No importa porque, cuando todavía no ha empezado la Liga los bávaros han
vendido las entradas de los 17 partidos que se jugarán esta temporada
en el bello estadio muniqués. Las 69.901 localidades disponibles se han
agotado antes de que comenzase la Liga. Casi 40.000 son abonados, el
resto han comprado las entradas con antelación, la suficiente para no
quedarte sin entrada.
El éxito del fútbol alemán es indiscutible en los últimos tiempos. La
situación económica ayuda, pero también los clubes han puesto de su
parte rebajando sustancialmente los precios, hasta el punto de que es
más barato ver al Borussia Dortmund que a muchos equipos de la Segunda
División española. Y sí, es más barato ir al Westfalenstadion que a
Balaídos. La media de espectadores en la Bundesliga alcanzó la pasada
temporada los 42.000 espectadores. Ninguna liga en el mundo iguala ese
dato.
No estaría de más que los dirigentes españoles, hablo del fútbol en
general, echasen la vista hacia Alemania. Los clubes germanos ingresan
más dinero que nunca en concepto de abonos y entradas, han aumentado sus
ganancias con respecto a hace unos años. Han bajado las entradas pero
venden muchas más. El resultado es inmejorable: Estadios llenos y arcas
llenas. ¿Tiene que venir Angela Merkel a decirles que recorten el precio
de las entradas? Mejor hagámoslo sin molestarla, que bastante tiene con
decirle a Rajoy qué debe hacer.
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