
El fútbol llegó a Rusia a la par que a la mayoría de Europa, a fines
del S. XIX, y de la misma manera, importado por comerciantes ingleses En
estos primeros años, el fútbol en la Rusia zarista era poco más que un
pasatiempo para las clases privilegiadas. El acontecer de la guerra
civil tras la
revolución de Octubre de 1917, retrasó la creación de un campeonato organizado hasta el año
1936. Esto es,
el campeonato se creó en plena época comunista. Los dirigentes comunistas sabían de la
capacidad del fútbol para poner en juego símbolos de todo tipo, e intentaron
controlar este fenómeno.
La cuestión es ¿iba el poder comunista a permitir que en los
enfrentamientos futbolísticos se (re)produjeran enfrentamientos
regionales? ¿Podía concebirse disputas entre armenios y tayikos en los
estadios, aunque fuera solamente en el plano simbólico del césped? O lo
que es peor, ¿se podía permitir que, por ejemplo en Donetsk, se cantaran
estrofas a favor de la independencia de Ucrania? Todas estas preguntas
comparten una misma respuesta, un rotundo
no.
Hemos de tener en cuenta que
en la cosmovisión del sistema
comunista, la única realidad identitaria de las personas es la de su
pertenencia a la clase trabajadora. No existía más identidad,
para ellos, que la de pertenecer a la clase obrera. Sea en Ucrania,
Rusia o Uruguay, el obrero era obrero, no había posibilidad de otros
ingredientes identitarios. Por ello,
no se podían permitir bajo ningún concepto que en los estadios se dieran muestras de pertenencia a ideales nacionales
(estonios, ucranianos, lituanos, etcétera), ni tampoco enfrentamientos
de corte religioso, por ejemplo. De este modo, las autoridades
soviéticas
dibujaron un mapa de enfrentamientos que casara con la única identidad permitida: la de la clase. De este modo,
cada club, que solo podía representar al obrero, fue adscrito a una parte del sindicato.
Así, igual que se creó una literatura específica sobre los trabajadores
del ferrocarril, estos, dispondrían de un club de fútbol que les
represente en las competiciones soviéticas frente a los equipos de otros
trabajadores (metalurgia, minería o ejército, por ejemplo). Y lo mismo
sucedería con otros trabajadores.

En este mapa comunista, el
Lokomotiv de Moscú era el club de los
trabajadores del ferrocarril (si
vemos los escudos de los diferentes Lokomotiv de los países de
influencia soviética, vemos cómo en todos ellos se representa una
locomotora o bien una rueda con dos alas, símbolo del ferrocarril),
mientras que el
Torpedo de Moscú representaba a los
trabajadores del sector del automóvil (en el escudo aparece un automóvil) y el
Dinamo de Moscú
era el equipo del ministerio de interior. Los “Dinamo” son nombres que
se daban a sociedades deportivas en la Unión Soviética. La palabra
“dimano”, procedente del griego, significa “poder en movimiento”, y hay
numerosos clubes que llevan ese nombre, como el Dinamo de Kiev, el
Dinamo de Tbilisi (Georgia) o el Dinamo de Dresde y el Dinamo de Berlín,
en la República Democrática Alemana.
También se permitían equipos que encumbraran nombres de héroes soviéticos. El Shaktar Donetsk, por ejemplo, se fundó en 1936 con el nombre de Stakhanovets, en honor al obrero ruso Alexei Stakhanov,
de fundador del movimiento estajanovista, que pretendía subir los
índices de producción mediante la iniciativa personal de los obreros. El
Stakhanovets cambió su nombre en 1946 por el de Shakhtyor Stalino, y
posteriormente por el actual.
El club más potente era de la Unión Soviética el CSKA de Moscú, que es el equipo adjunto al ejército. CSKA quiere decir Tsentral’nuy Sportivnuy Klub Armiiy, en castellano, Club Central de Deportes del Ejército. El CSKA podía llamar a filas en cualquier momento a un jugador de cualquier otro club de la liga, por lo que siempre poseía una gran plantilla. De hecho, se les conoce con el sobrenombre de “los caballos”, porque generalmente, cuando un jugador era llamado a filas para formar parte del equipo, se le solía asignar a la unidad de caballería.
A medida que la Unión Soviética fue aumentando su área de influencia, fue instalando este mismo sistema en países como Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Bulgaria o Albania. En Checoslovaquia, el Dukla de Praga era el equipo más identificado con el régimen. En Polonia, lo era el Legia de Varsovia, que era el equipo del ejército. En Yugoslavia, el Partirán de Belgrado era el equipo de Tito, etcétera.
Pero, como casi todo en la Unión Soviética, este sistema tenía
grietas. Jamás se consiguió evitar que en los estadios de Ucrania,
Estonia o Lituania, no se escenificaran las tensiones regionales. Cuando
los equipos de la capital jugaban en estos lugares, a pesar de la
visión oficial, eran los nacionalismos latentes en estas regiones los
que daban vida al juego.
En la misma Rusia el Spartak de Moscú, que se debe al esclavo que se rebeló contra Roma, Espartaco)
era, y es, el equipo más popular, por cuanto era el menos identificado
con el poder soviético. En su estadio las victorias ante el CSKA de
Moscú se veían como victorias parciales contra el régimen. En Hungría el
Ferencvaros era el equipo que canalizaba la oposición a los comunistas,
así como el Rapid de Bucarest rumano, frente al equipo del ejército, el CSA Steaua de Bucarest, del que fuera gran hincha Ceaucescu.

Si echamos un vistazo a los
escudos de los equipos de fútbol de los países de la órbita soviética, nos daremos cuenta de la
implicación de los iconos típicos del imaginario obrero y comunista en ellos, como martillos, estrellas rojas, fábricas, tuercas, etcétera. Ejemplos de esto son el del
Magdeburg, en la
RDA, con los sucesivos cambios de nombre que sufrió, también el del
Wismut Aue, en Hungría el
Komloi Banyasz, el
Ujpest Dozsa (cuyo escudo es similar al de los “Dinamo”); el
Zaglebie Sosnowiec y el
Zaglebie Walbrzych en Polonia, el
ASA Tirgu Mures y el
CCA Bucaresti, en Rumania, el
Estrella Roja de Bratislava, el
VSS Kosice, en Checoslovaquia o el
CSKA Sofia, en Bulgaria, y un largísimo etcétera de clubes que en sus escudos incluían símbolos obreros.

Si atendemos solamente a la Unión Soviética, los escudos de sus equipos,
en su práctica totalidad hacen referencia directa a los sindicatos a los cuales estaban adscritos. Ejemplos de esto son el
Metalist Kharkov, el
Zaria Voroshilovgrad (ambos en la actual Ucrania) o el
SKA Rostov, por no citar los casos ya nombrados del CSKA o el Lokomotiv de Moscú.
Con la desintegración de la Unión Soviética y la desaparición de la influencia comunista en los países antes “ocupados”,
se produjo un fenómeno en la dirección contraria a la impuesta en años
anteriores. Si bien en la URSS la mayoría de los equipos no sufrieron
cambios en sus nombres (debido a que pocos de ellos fueron fundados
antes de la era comunista), en los países bajo la su influencia ahora se trató de eliminar lo que supusieron algunos de los equipos adscritos al régimen comunista.
Así, muchos de los clubes que el régimen comunista impuso en las
primeras divisiones de cada país fueron descendidos a categorías
inferiores (como si fueran recién fundados); otros sufrieron cambios en sus nombres (volviendo a los nombres de la época pre-comunista), y otros fueron comprados por multinacionales (como el Videoton húngaro, que durante unos años se llamó Parmalat). Así por ejemplo, en la antigua Checoslovaquia, el Dukla de Praga
era el equipo del régimen. Subcampeón en 1988, hoy día navega por las
tristes aguas de las divisiones regionales, tras sufrir el rechazo de
los hinchas checos por aquello que representó. El caso contrario es el
del Viktoria Zizkov, desaparecido y prohibido durante
la era soviética y apoyado y reivindicado por los jóvenes
anti-comunistas, que en 1993 volvió a la primera división.
Otro de los casos más destacables de cómo un club de fútbol, a pesar
de los intereses de los dirigentes soviéticos, representaba
simbólicamente las pretensiones nacionalistas de determinados grupos es
el del equipo croata del Dinamo de Zagreb, que pasó a denominarse Croacia de Zagreb por exigencia del presidente de Croacia Franjo Tudjman,
quien afirmaba que “el nombre de “Croacia” contribuía a la afirmación
de Croacia, mientras que el nombre de “Dinamo” significaría a los ojos
del mundo que los habitantes de ese país no se habían liberado todavía
de la herencia bolchevique y balcánica” (citado en el artículo
“Nacionalismos en los estadios de Yugoslavia”, de Iván Colovic, incluido en “Fútbol y pasiones políticas”, Temas de Debate, Madrid, 1999, edición a cargo de Santiago Segurola). Sin embargo, el nombre de Croacia de Zagreb nunca triunfó entre sus seguidores,
y actualmente, el equipo se llama de nuevo NK Dinamo, aunque mantiene
los colores de la bandera croata en su escudo. La evolución de la
simbología del equipo, se aprecia perfectamente en el logo.
En el caso del fútbol croata, señalar que los grandes rivales
actuales, el Dinamo de Zagreb y el Hajduk Split, cuyos enfrentamientos
actuales suelen estar protagonizados por graves incidentes, se hermanaron previamente a la guerra de Yugoslavia, a finales de los años noventa. Según el ensayista Ivan Colovic, sus hinchas, coreaban estos cánticos en las gradas:
Dinamo y Hajduk son de la misma sangre,
poco importa quien gane
Dinamo y Hajduk son dos clubes hermanos,
de los que toda Croacia está orgullosa.
Como curisidad, diremos que el Hajduk Split fue fundado en Praga, por
estudiantes de la ciudad de Split, y que pusieron el nombre de “hajduk”
en honor a los héroes románticos que se suponía que luchaban contra el
imperio otomano en los siglos XVII y XVIII. Ha sido siempre un club con
identidad croata, sin embargo, durante la época comunista se le permitió
mantener el nombre y tuvo una gran popularidad, debido a que durante la
ocupación italiana de la ciudad de Split en la Segunda Guerra Mundial,
se negó a jugar en la liga italiana, y se unió a los partisanos de la
isla de Vis, de los que pasó a ser su equipo. Después, el club y los
jugadores se negaron a aceptar el ofrecimiento de Tito de trasladarse a
la capital de Yugoslavia como equipo del ejército, y se mantuvieron
firmes en su identidad croata, en aquel tiempo prohibida. Eso sí, como
vemos, el escudo del Hajduk durante la época comunista no tenía las referencias croatas que ahora tiene.
En definitiva, el caso de la Unión Soviética nos puede mostrar cómo
los dirigentes soviéticos, que pretendían controlar todas las esferas de
la experiencia humana, sabían de la potencialidad del fútbol para canalizar símbolos.
El mapa de enfrentamientos de sindicatos que aplicaron a su liga
pretendía acotar esos símbolos dentro de los del imaginario obrero,
intentando impedir que otras tensiones identitarias, como la nacional,
la regional o la religiosa, se escenificaran en los estadios de fútbol.
Esto fue, en la práctica, imposible. El fútbol, un espacio de expresión
libre, como la literatura o el arte, es algo tan grande que es imposible
controlar en su totalidad.
Bibliografía:
BACK, Les; CRABBE, Tim; SOLOMOS, John: “The changing face of
football: racism, identity and multiculture in the English game”, Berg,
Oxford, 2001
DUKE, Vic; CROLLEY, Liz: “Football, Nationality and the State”, Longman, 1996
SEGUROLA, Santiago (Ed.): “Fútbol y pasiones políticas”, Temas de Debate, Madrid, 1999.