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Abriendo las puertas del cielo (Globoesporte.com) |
Sudamérica es tan maravillosa y especial que si le das una patada a una
piedra te salen un par de cracks. Pero en uno de sus países la ecuación
se multiplica hasta el infinito. Si el malogrado Andrés Montes llamaba
cariñosamente a la universidad estadounidense de North Carolina como la fábrica de churros,
lo mismo podría decirse de Brasil, donde del lugar más recóndito e
inesperado sale el próximo genio destinado a cautivar a los torcedores
con su increíble magia, para la que se sirve únicamente de su cuerpo y
un balón.
Solo de este modo se puede explicar que un chico de 21 años dando dos
exhibiciones de relumbrón en dos de los choques más importantes que un
club puede vivir: el clásico ante el rival de toda la vida y la final
del torneo continental. Romário Ricardo da Silva ‘Romarinho’, es
un futbolista de 21 años sin pasado conocido en las categorías
inferiores de la selección brasileña, apenas suplente hace dos años en
el Rio Branco (de donde surgieron también Flávio Conceição, Marcos
Assunçao y Marcos Senna) de la segunda división paulista y prácticamente
un recién llegado a Corinthians,
donde aterrizó hace un mes del Bragantino (de ahí salió Mauro Silva)
tras erigirse en una de las revelaciones de los estaduales.
El día 10 de Junio debutó como corinthiano al sustituir a Douglas en los
últimos minutos ante Grêmio, operación que repitió una semana más tarde
ante Ponte Preta. La cercanía de la final de la Libertadores supuso su
gran oportunidad el pasado domingo en el clásico ante Palmeiras. Ese día
su técnico Tite le dio la ocasión de jugar desde el inicio en un equipo
plagado de suplentes para recibir a un rival que llegaba muy necesitado
y con todo dispuesto a lograr una derrota que lo sacara de su mala
posición clasificatoria. El Verdão se adelantó, pero Romarinho completó una magnífica actuación que redondeó con dos goles para darle la vuelta al choque y erigirse en prematuro héroe del Timão.
Con la fama por su momento de gloria llegó a Buenos Aires asumiendo
humildemente su rol de suplente. Debía apoyar a sus compañeros en la
siempre complicada Bombonera ante Boca para intentar obtener un buen
resultado que permitiera definir la copa en Pacaembu. El choque no fue
sencillo, pese a algunas chances desaprovechadas por Corinthians. El
rival empujaba cada vez más, llegando el gol de Roncaglia bien avanzada
la segunda mitad para algarabía xeneize. Parecía que tendrían que
regresar derrotados a casa hasta que Tite llamó de nuevo a su perla
emergente para que se foguease en un escenario irrepetible, dándole
entrada en el minuto 83.
El final se acercaba cuando el reloj marcaba 85 minutos de juego.
Paulinho robó un balón en la media, avanzando hasta conectar con Emerson
Sheik, que vio desmarcarse a Romarinho. El imberbe crack encaró a
Orión, superándolo con un toque sutil para certificar uno de los
momentos más fascinantes de los últimos tiempos en el mundo del fútbol.
Quizá su estrella no llegue a mucho más o puede que sea uno de los baluartes del futuro del fútbol brasileño. Demasiado pronto para pronosticar nada. Debe crecer mucho, afianzarse y continuar su progresión. De él dependerá lo que suceda de aquí en adelante, pero nadie puede discutir que está tocado por una varita ante su maravillosa aparición de la nada, un duende que quiere entrar en la leyenda de Corinthians como uno de los artífices de la 1ª Copa Libertadores del club paulista. Quédense con su nombre, seguro que volvemos a escucharlo de nuevo muy pronto.
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